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El 1 Opina

La sororidad está de moda

Andrea Aldana
Embajadora El Poder de Ellas

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¡Hablamos de #equidad y #diversidad en todos los escenarios! Corporativos, sociales, culturales, políticos, deportivos, y pareciera que como humanidad hacemos un esfuerzo enorme por incluir en el ADN de la siguiente generación estas palabras.

Queremos vivir libres de estereotipos, no queremos límites y somos conscientes de la necesidad de identificar y derribar los techos de cristal que impiden el crecimiento de las mujeres en la pirámide organizacional. Sin embargo, estos esfuerzos que han hecho las precursoras del feminismo, y por supuesto los hombres que creen y han creído en el poder de ellas, requieren una tarea de cada mujer que pertenece a un entorno, familia, equipo u organización.

¡La tarea es vestirse de sororidad!

Sororidad es un término que viene de la raíz Soros que significa hermandad, es decir: “Hermandad entre mujeres”. Solo hace falta vincularse a un grupo de mujeres en una red social o adentrase en un equipo de trabajo integrado por mujeres, para evidenciar que tenemos un enemigo oculto que nos limita y hace el camino de crecimiento más difícil para todas.

Necesitamos darle la bienvenida a la equidad entre nosotras y abrazar nuestra propia diversidad, ser conscientes que probablemente el techo de cristal más fuerte, somos nosotras mismas y nuestras costumbres heredadas, esas costumbres que inconscientemente nos llevan a compararnos, etiquetarnos desde niñas y dejarnos etiquetar; esa constante lucha con nuestros pensamientos y nuestra propia boca para finalmente rendirnos a la crítica e intentar obtener el nivel de aprobación que nos quedó faltando, cuestionando a otra mujer o desaprobando desde sus zapatos hasta su intimidad.

Y es que parece que ese enemigo oculto se aloja en nuestro inconsciente. Llega con la primera palabra de la abuela o de la mamá que dice “las niñas no hacen eso”, “no se visten así”, “no se ríen a carcajadas o no hablan duro”; “las niñas no se suben a los árboles” o “no juegan a la par con los niños”, “las niñas no se despeinan, no se ensucian o no dañan sus juguetes y su ropa”.

Esas primeras frases que atraviesan el alma, roban la esencia y nos hacen sentir desde muy temprano fuera de lugar y con la necesidad de llenar un molde que solo existe en el imaginario de esas abuelas y mamás que, desde niñas, tuvieron que demostrarles a las generaciones anteriores que las mujeres sí podemos aprender a leer y a escribir, que las mujeres podemos graduarnos, cumplir sueños, ser deportistas e incluso, que las mujeres tenemos derecho a elegir y ser el elegidas.

Nuestras abuelas y madres tuvieron retos diferentes y dolorosos; retos que crearon en su inconsciente la necesidad de protegernos del rechazo y de las batallas que ellas ya libraron por nosotras. La misma necesidad de protección que lleva a la recién abuela a criticar el método de la madre primeriza que ha hecho una maestría en crianza positiva desde el mismo día en el que decidió ser madre. Esa necesidad que se hace fuerte con el tiempo y nos susurra al oído que debemos estar todas en el mismo molde, y si alguna no encaja, debe ser condenada a la crítica, al juicio y probablemente a la destrucción de su autoestima, autoimagen y todos sus autos, incluyendo el Twingo y el Ferrari, por cuenta de las que desdibujamos nuestra esencia intentando encajar en el molde que no es más que ese enemigo invisible que no nos deja ser auténticas y libres, que no nos permite aceptarnos como somos y descubrir nuestra esencia.

Es tiempo de encontrar nuestra propia luz para brillar juntas y alcanzar esos lugares de éxito que todas soñamos para nosotras y nuestras generaciones. ¡Es tiempo de activar El Poder de Ellas a través de la sororidad!

*Las opiniones expresadas en las columnas son responsabilidad exclusiva de los autores, y no representan el punto de vista ni la posición del Canal 1.

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