El balance que dejan las sesiones extras del Congreso, que se iniciaron el 7 de febrero y que terminaron hace 24 horas, es más que desalentador: el resultado no es nulo, pero se acerca a lo que podríamos denominar como inútil.
En los 37 días de las sesiones extraordinarias, ningún proyecto se aprobó en último debate. Se rescata solo el proyecto del Plan Nacional de Desarrollo: se discutió en audiencias públicas, pero ninguna de ellas en el seno de las comisiones económicas; todas se desarrollaron en salones de conferencia y en las oficinas del Ministerio de Hacienda.
El proyecto de adición presupuestal por más de veinte billones de pesos ni siquiera tuvo ponentes y nunca se discutió. La reforma a la salud se presentó y tardaron quince días decidiendo si el trámite se hacía como ley estatutaria, por lo cual no podría ser discutida en sesiones extras, o como ley ordinaria; aunque triunfó esta última tesis, debido a los largos debates no registrará mayores avances.
El proyecto de humanización del sistema carcelario, con mensaje de urgencia, marcha a paso de tortuga y la ley de sometimiento solo se presentó en la tarde de ayer, cuando ya estaban agonizando las sesiones extras.
Hoy comenzó el periodo ordinario de sesiones del Congreso y adivinen qué: ya se está hablando del largo receso que tendrán los parlamentarios en Semana Santa, que comienza dos o tres días antes del Domingo de Ramos y que termina dos o tres días después del Domingo de Resurrección.
Por eso dicen que en el Congreso se manejan tres velocidades: lento, más lento y superlento.